Alquimia de sonidos, ruidos y silencios

Continúan las grabaciones

Cuando las metáforas son más que palabras

Supongo que los compositores desean contar sus vivencias, pero no completamente; que encuentran cierto placer en dejar saber a los demás sus sentimientos y reflexiones, pero sin desnudarlos plenamente. Más que por una actitud oscurantista, la narración velada ocurre por una evidente intención artística; ¿qué gracia tiene hacer una crónica, digamos… vil? Bueno, hay canciones que lo hacen, pero creo que ciertas grietas sólo con leves destellos pueden apreciarse. La metáfora es por eso un recurso valioso.

Pero ver materializada o realizada una metáfora en la vida cotidiana, como si ante la vista se transcribieran las formas que originalmente fueron sólo ideas, abstracciones, puede ser impactante. Doloroso. Debido a esto, si pudiese regresar el tiempo, escribiría de otra forma Cenizas y El mismo tonto de ayer (que con Serenata Cianuro tuvo otro nombre). Consideré reescribirlas, pero finalmente respeté la obra de los momentos en que las externé. Ningún sentido tenía cambiar la historia de la canción; después de todo, la historia no sólo estaba escrita, sino realizada: era otra vida. Hoy sé que la ausencia de alguien no significa que sea sólo un ánima; cuando así es en realidad, no es atractivo examinar al mundo y al corazón con metáforas. Las canciones, siendo visiones momentáneas, pueden convertirse tanto en textos de lo imperecedero y atemporal, como en textos petrificados, que dicen lo que ya no se desearía decir.

Vidas predestinadas

Sino; la palabra contiene un concepto social acerca de la lógica de la vida; el sino o destino representa la añeja creencia de que existe una trama preescrita para cada vida. Si el sino es blanco luminoso, rojo ardiente o gris mortecino, ¿cabe la posibilidad de empeñarse en desafiarlo?... Inclusive cuestionar su existencia cabe, pero entonces: ¿tenemos las destrezas necesarias para ser arquitectos de nuestro propio destino? ¿(Nos) Lo hemos o (nos) lo estamos demostrando?